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ART. EVERESTING: CUANDO LA MONTAÑA RETA A LA MENTE Y AL CUERPO

Escrito por: Juan Carlos Sotomayor

Corrección de estilo: Clara Espinosa Restrepo

En nelsonvargas familyfitness seguimos comprometidos por contar con los mejores en cada área deportiva, es por esto que, Juan Carlos Sotomayor, uno de los más reconocidos en el país por su profesionalismo, pasión y excelencia nos comparte su experiencia deportiva, que puede ser muy útil para nuestros alumnos de escalada.

En la inmensidad de los retos extremos, el Everesting se presenta como una prueba definitiva que trasciende el mero esfuerzo físico. No basta con tener músculos; se necesita una mente tan firme como las cumbres que se pretenden conquistar. Este desafío, cuyo objetivo es acumular la altitud del Everest subiendo y bajando montañas –como ascender el Ajusco unas 12 veces–, pone en evidencia que, en ocasiones, la fortaleza interna es el factor determinante.

Juan Carlos Sotomayor, apasionado del deporte y la superación, se cuestiona: ¿Qué se requiere realmente para hacer un Everesting? A simple vista, podrías pensar que basta con un entrenamiento físico riguroso. Sin embargo, cuando el cansancio se hace presente, es la mente la que toma las riendas para continuar el ascenso.

Esta reflexión resuena de manera muy personal para Juan Carlos, especialmente en su rol como guía en visitanepal.mx, donde organizar rutas al sendero del Everest le exige estar en constante entrenamiento y plenamente sintonizado con cada desafío que impone la montaña.

En esta próxima aventura, Juan Carlos ha decidido enfrentar el reto de la montaña la Malinche en ocho ascensos continuos sin parar, buscando no solo acumular altitud, sino también sumergirse en un viaje introspectivo. Este reto de someterse a la montaña una y otra vez, demanda no solo la preparación del cuerpo, sino un delicado entrenamiento mental.

A continuación, Sotomayor nos comparte cinco recomendaciones basadas en la experiencia, que él considera claves para transformar el esfuerzo en una experiencia trascendental:

1. Únete con la montaña:

No trates a la montaña como un mero obstáculo físico. Antes de cada ascenso, establece un diálogo silencioso con ella: pide permiso, haz la promesa de disfrutar cada paso y recuerda que, cuando hablas con el corazón y espíritu, la montaña te cuida.

2. Adáptate al frío con inteligencia:

El sistema de capas es fundamental. La idea es mantenerse fresco, permitiendo que un leve frío estimule el rendimiento. Comienza con una playera sintética de manga larga, complementada por una capa tipo dryfit para intercambiar en caso de sudoración excesiva.

Luego, incorpora un rompevientos ligero y una chamarra polar adaptable según las variaciones del clima. Para emergencias, lleva siempre una chamarra impermeable y una opción comprimible de ganso, preferiblemente sintética, que te proteja ante cambios bruscos. Esto es preferible a llevar pocas capas que no te permitan ajustar gradualmente tu temperatura conforme cambia el entorno.

3. Marca un ritmo constante:

La constancia es más efectiva que la velocidad. Pequeños pasos, pero regulares y con una posición erguida al subir sin echar peso hacia adelante, permite que el cuerpo encuentre un compás que minimiza el agotamiento. Al mantener un ritmo adecuado, evitarás forzar tu cuerpo de manera innecesaria.

4. Potencia y resistencia: la dualidad del entrenamiento:

Comprender la diferencia entre potencia y resistencia es crucial para planificar tu preparación. Por ejemplo, el Pico de Orizaba exige potencia, ya que se trata de una subida continua con fuertes inclinaciones, mientras que el Iztaccíhuatl demanda mayor resistencia debido a los constantes ascensos y descensos a lo largo de una ruta más extensa. Mientras la potencia se trabaja con ejercicios de fuerza para las piernas, la resistencia se cultiva con corridas prolongadas en terrenos inclinados.

5. Entrena la bajada:

A menudo se descuida la importancia de descender, cuando en realidad constituye el 50% del reto. Busca un cerro cercano –como aquel de apenas 85 metros en su segmento más inclinado, que Juan Carlos utiliza– para perfeccionar la técnica en la bajada. Los descensos son difíciles de simular en un gimnasio, pero dominar esta faceta es esencial para completar el circuito sin lesiones ni excesivo cansancio.

El Everesting, más que una proeza física, es un viaje de autodescubrimiento donde cada paso, cada descenso y cada ascenso se convierten en lecciones de vida. Al integrar cuerpo y mente, el desafío se transforma en una experiencia enriquecedora que va más allá de la altitud acumulada. Cada ruta, ya sea guiada o emprendida en solitario, se convierte en un recordatorio de que la montaña enseña a conocer y superar nuestros propios límites.

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